Todos los ámbitos cuentan con «gurús» que llenan titulares de periódicos y cabeceras de telediarios con predicciones de cuál será la próxima revolución en su materia, pero el sector tecnológico es especialmente susceptible a este fenómeno. La infoxicación que todos esos supuestos/as expertos/as generan llena nuestras conversaciones de conceptos imposibles (siempre en inglés) e ideas quiméricas. La crisis ha provocado que en la actualidad sus pronósticos casi siempre se refieran a los «yacimientos de empleo».
Un claro ejemplo de estos vaticinios erróneos es el Big Data. Una búsqueda concienzuda de las vacantes relacionadas con el Big Data nos arroja la triste cifra de 86 ofertas de trabajo, casi todas concentradas en Madrid y Barcelona, mientras que encontramos 1.200 ofertas para camarero/a en la misma plataforma (a pesar de que no es el canal habitual para cubrir puestos en hostelería).
Esta herramienta de análisis de estrategias matemáticas avanzadas está empezando a llegar a las empresas de cierto tamaño, pero todavía se encuentra muy alejada de Pymes y no digamos del ciudadano medio. No podemos negar los logros que está alcanzando a día de hoy en medicina, banca, gestión de recursos públicos o lucha contra la contaminación, beneficiando a todos y todas. Pero también es cierto que crea muy poco empleo y que el que crea es altamente cualificado.
El Big Data es el futuro, pero no el presente. Falta todavía mucho para que la máquina del Big Data se ajuste, se engrase, se expanda y sea económicamente viable.
Entretanto, debemos innovar desde una perspectiva más práctica, por ejemplo mediante la Monitorización Industrial, solucionando realidades concretas y específicas de la sociedad y de las empresas que generan empleo. Seguramente en la próxima década se generalizará el manejo del Big Data y del Data Warehouse, pero adelantarse a eso es vender humo.